El nuevo capÃtulo de esta historia comienza con mi primer viaje en tren en India: De Delhi a Agra. No conseguà lugar en la clase más cara, ni en la segunda, sino en la tercera y me querÃa ir de Delhi urgente! (La gran ciudad me apabulló un poco bastante). Llegué a la estación. Imaginen mucho calor y muy sucio. Bueno, ¡¡¡más!!! ¡¡¡mucho más!! Una nena haciendo pis como si fuera un chico, de cuclillas y con un chorrito como si fuera una fuente que subÃa y caÃa en picada hacia las vÃas del tren. Un lisiado sobre una madera con 4 rueditas que se arrastraba usando su mano y una ojota como guante. Una especie de gitana india que me dijo algo que obviamente no entendÃ. Hombres con algo asà como cascabeles hechos de los “cositos” de los cierres de las valijas. Me ofrecieron cuando pasaron a mi lado, creo… porque tampoco les entendÃ. ¿Arreglarán los cierres de las valijas con eso? ParecÃan cansados, derrotados, escucharon un NO antes que emitiera palabra. Me subà al tren, la clase que pude conseguir (fue toda una osadÃa que me agota hasta recordar).
El aire acondicionado que figuraba en el ticket consistÃa en un ventilador chiquito en el techo. Me senté en la ventana más grande. Hombres. Equipaje. Mucho equipaje. Apareció otra mujer!!! Sentà alivio! La mujer se sentó enfrente mÃo. Mientras escribÃa en mi cuaderno de viaje todos me miraban… yo miraba por la ventana, pero los miraba de reojo. Probablemente innecesariamente estaba en guardia, muy atenta. Mirar por la ventana del tren fue como ver una pelÃcula con el sonido cambiado. No muda porque se escuchaba el tilitilin de las conversaciones y el sonido del ventilador. Sonidos que no pegaban con lo que estaba frente a mis ojos. Mucha basura. Mucha. MuchÃsima. Montañas de basura. ¿Pobreza o cuestión cultural? Los tachos de basura no se usan, todo va al piso. Niños en lugares inimaginables: vi uno, por ejemplo, acostado plácidamente en las vigas de un puente. Hombres trabajando con musculosas que algún dÃa fueron blancas. Mujeres en sari atravesando montañas de basura. No se porque tuve la impresión de que todos los indios se conocÃan entre sÃ. En el tren se cambiaban de lugar, hablaban unos con otros y volvÃan a cambiar de lugar sucesivamente. Algunos leÃan. Otros cargaban su celular (hay enchufes para eso en el tren). El ventilador hizo que me ponga un abrigo. Al final el tren era mejor que el Mar del Plata – Buenos Aires y ¡estaba en tercera! Al mirar por la ventana vi gente que vivÃa en carpas, cerdos jugando en el barro, chicos bañándose en una canilla al aire libre. Eran 5 jugando. Pasaron personajes varios: el vendedor de “cofi”, otro quejándose “chaichai” y un señor que trajo el almuerzo. Cuando lo vi pensé: "¡Olvidate! no voy a comer ni ir al baño en el tren". Me quedé quietita en mi lugar viendo pasar mucha información. ¿Como será para un indio viajar a nuestro paÃs? ¿o a cualquier otro? No me lo podÃa imaginar, y me puse a observar a nuestro amigo de la foto. No me aguanté y tuve que sacar la cámara. Y encima que me dejó sacarle la foto me dijo “Gracias”. Gracias a vos amigo desconocido. Que distinto es el mundo indio. Es tan real eso de aprender viajando...¡la universidad de la vida es tan deslumbrante!
Llegué a Agra, y con toda mi ansiedad a cuestas, dejé la mochila y me fui corriendo al Taj Majal. TenÃa 2 opciones de hotel:
1. Mejor hotel pero más lejos del Taj
2. Hotel muuuy básico pero con terraza con vista a 1 cuadra del Taj Majal.
Mirando esta foto podés adivinar cual elegÃ...
Al entrar al Taj y ya después de un par de dÃas en India, todavÃa las miradas de los indios me inquietaban, pero esta vez estaba en un pueblo. La gente era más amigable y venÃan de toda India a ver el monumento al amor más grande del mundo. Todos me sonreÃan y me seguÃan mirando, y de repente, entre los caminos al monumento de mármol, un indio me pidió si se podÃa sacar una foto conmigo. Le dije que si. Fue el primero pero no el último. Me saqué fotos con mujeres con saris, abuelas y hombres de diferentes edades. ¡¡Me convirtieron en un objeto exótico!!! Y yo me dejé, obviamente pidiéndoles que si yo me sacaba una foto esperaba que ellos me permitieran hacerles un retrato. "Yo quedo en tu cámara y vos en la mÃa", ese era el trato. A los indios les encanta que les pidas una foto y se enorgullecen de que los elijas para retratar, y a medida que fue pasando la tarde hasta me senté a charlar con varios. No entendà mucho lo que decÃan, el inglés que hablan no es inglés, pero entre señas y sonrisas nos entendimos bárbaro. En un momento “charlaba” sentada en el piso con dos mujeres y dos hombres de Rajasthan y a varios les empezó a parecer curioso, entonces se quedaban parados a nuestro lado mirando y escuchando. De repente ya eran treinta, y vino un guardia a dispersarlos. Hubo varios que me invitaron a su casa y pueblo. La visita a Agra cambió mi primera y no tan grata impresión de la India: India parece ser un paÃs al que no le gustan las definiciones.
Al entrar al Taj y ya después de un par de dÃas en India, todavÃa las miradas de los indios me inquietaban, pero esta vez estaba en un pueblo. La gente era más amigable y venÃan de toda India a ver el monumento al amor más grande del mundo. Todos me sonreÃan y me seguÃan mirando, y de repente, entre los caminos al monumento de mármol, un indio me pidió si se podÃa sacar una foto conmigo. Le dije que si. Fue el primero pero no el último. Me saqué fotos con mujeres con saris, abuelas y hombres de diferentes edades. ¡¡Me convirtieron en un objeto exótico!!! Y yo me dejé, obviamente pidiéndoles que si yo me sacaba una foto esperaba que ellos me permitieran hacerles un retrato. "Yo quedo en tu cámara y vos en la mÃa", ese era el trato. A los indios les encanta que les pidas una foto y se enorgullecen de que los elijas para retratar, y a medida que fue pasando la tarde hasta me senté a charlar con varios. No entendà mucho lo que decÃan, el inglés que hablan no es inglés, pero entre señas y sonrisas nos entendimos bárbaro. En un momento “charlaba” sentada en el piso con dos mujeres y dos hombres de Rajasthan y a varios les empezó a parecer curioso, entonces se quedaban parados a nuestro lado mirando y escuchando. De repente ya eran treinta, y vino un guardia a dispersarlos. Hubo varios que me invitaron a su casa y pueblo. La visita a Agra cambió mi primera y no tan grata impresión de la India: India parece ser un paÃs al que no le gustan las definiciones.
Agosto es época de lluvias pero a la vez de mucho calor. Como haber ido al Taj al atardecer no fue suficiente, decidà volver al amanecer del dÃa siguiente: Do you also feel the hot?? me preguntó una india en el Taj Majal, con la cara más inocente del mundo y sincera curiosidad. Fue casi casi lo mismo que preguntarme si también iba al baño. El dÃa que fui por la tarde estaba lleno de gente, y a primera hora de la mañana pocos caminaban por ahà por lo cual pude sacar un montón de fotos sin gente en los alrededores. Llegué a las 6 a.m. El primer dÃa hice la del turista tipo: me puse esa especie de guantes en los pies que te dan con la entrada sin sacarme las ojotas y el segundo dÃa decidà que querÃa pisar el mármol del piso del Taj. Debe haber un misterio en eso de entrar descalzo, pensé. Pisar el mármol con los pies desnudos no sólo facilita la conexión de uno con donde está, ¡¡¡también es prácticamente útil!!! ¡¡¡¡Porque el mármol está fresquito!!!!! ¡¡¡¡Eureka!!! y con el calor que hace en agosto eso es algo bueno, refrescante.
También aprendà que los monos no son nada amistosos y que no les gustan las fotos. A pesar de los carteles de “Please be quiet” no pude evitar gritar y salir corriendo cuando uno se me tiró encima cuando le sacaba una foto. ¡Obviamente la foto no salió bien! ja. Yo ojo en el visor y el mono de repente saltando hacia mÃ. Por suerte corro más rápido. En la primera foto el mono planeando atacarme, en la segunda foto lanzándose hacia mi:
Otras fotos en el Taj:
Este viaje inspiró el nacimiento de Brillantina y estas son algunas de sus creaciones. Podes ver toda una lÃnea India acá (hay almohadones, imanes con frases, libretas y sets)